Éste
es un libro divertido. No hay otra manera de describirlo. Ya había leído
algunas de las historias en el blog de la autora, pero leerme las cien, una
detrás de otra, me ha mantenido con una sonrisa casi constante. Porque las historias
que cuenta son divertidas (especialmente si no te suceden a ti: es como
resbalar y caerse al suelo, que se ríen todos menos el que está en el suelo), y
porque la autora las cuenta con bastante gracejo, casi como si te las estuviera
contando cara a cara.
Es
también un libro entrañable. Las cosas que cuenta podrían habernos sucedido a
cualquiera de los que tenemos entre treinta y cincuenta años, porque todos
nosotros somos hijos de los nacidos en la posguerra y criados en los años
cuarenta y cincuenta. Y eso imprime carácter, y te convierte en una drama mamá
(o drama papá, según los casos). Por ello no es de extrañar que la autora se
encontrara con que su caso no era, ni mucho menos, único, sino más bien todo lo
contrario.
Es
entrañable y divertido incluso cuando cuenta momentos duros (que los hay, pero
pocos); y cuando la autora se da cuenta de la simpatía, incluso del cariño, que
ha generado entre sus lectores… entre los que me encuentro, claro.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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