Ya cuando fue presidente de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre era el verdadero verso suelto del Partido Popular (y no Alberto Ruiz-Gallardón, mucho más políticamente correcto… desde el punto de vista progre, claro), por su tendencia a decir lo que pensaba aunque ello fuera en contra de la línea oficial, maricomplejines y arriolesca del partido. Podía hacerlo, entre otras, cosas, porque los resultados –los electorales y los de gestión- la avalaban.
Ahora que ha dejado la primera línea de la política, tiene si cabe mayor libertad para decir lo que piensa. Las cosas que dice son, además, de sentido común. La última (de momento) es pedir una reforma electoral y el fin de las subvenciones a los partidos políticos. Respecto a lo primero, nada que objetar: una reforma que estuviera más ajustada a los resultados reales de las elecciones, sin sobredimensionar la influencia de los partidos regionales pero sin caer tampoco en una proporcionalidad pura que haría España ingobernable (para muestra, el ejemplo de Balerares con el pentapartito de todos contra el PP) es algo no sólo deseable, sino incluso necesario.
Respecto a lo segundo, no sólo a los partidos políticos: también a los sindicatos. Unos y otros se han convertido en puras burocracias que sobreviven, en la mayor parte de los casos, gracias a los fondos públicos. Si de verdad son tan representativos como dicen, que los sostengan sus afiliados… o que desaparezcan. Pocos fuera de esas burocracias los echarán de menos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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