miércoles, 14 de noviembre de 2012

Dígalo el Constitucional o Zapatero

El Tribunal Constitucional (a este paso vamos a tener que decir que ni es tribunal ni es constitucional, igual que del CJPJ se dice que ni es consejo, ni general, ni poder ni judicial), en su inveterada tendencia de enmendar la plana a todos los poderes del Estado, se ha sacado de la toga una nueva perla jurídica en forma de interpretación evolutiva al establecer que el sedicente matrimonio homosexual es constitucional.
Pues no, no lo es, dígalo Agamenón o su porquero. La Constitución, en su artículo 32.1, lo dice bien clarito: el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica. No dice cualquiera tiene derecho a contraer matrimonio con cualquiera, dice el hombre y la mujer. Así que la reforma del Código Civil que metió con calzador la figura ahora declarada constitucional resulta también inconstitucional, diga lo que diga el Tribunal Súpersupremo. Una unión entre dos personas del mismo sexo será lo que sea, pero no es un matrimonio: ni semántica, ni legal, ni constitucionalmente. Igual que un bautizo civil no es un bautizo, ni una primera comunión laica no es una primera comunión.
Conocidos tengo que acudieron a esta figura con temor de que, ganando la Derecha, fuera a derogar la figurita de marras. Temor infundado, dado el carácter maricomplejines de la derecha en general: el Gobierno ya ha anunciado que no modificará la ley vigente, cuando debería. Ojo, que yo no me opongo a que se regulen las uniones homosexuales, concediéndoles derechos (y obligaciones, también) equivalentes o iguales a los de un matromonio como Dios (y el sentido común) manda. A lo que me opongo es a que se le llame matrimonio, porque (no me cansaré de decirlo), no lo es.
Para remate, el hijo de P no pierde ocasión de meter la pata. Como reacción a la sentencia, ha señalado que la igualdad ha prevalecido sobre los que intentaban imponer su moral. Es decir, que cuando el progretariado impone su moral, la cosa está bien; pero si es la moral llamémosle tradicional la que pretende imponerse… ah, no, eso ni hablar. Pues faltaría más.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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