En
el Partido Popular existen dos actitudes a la hora de tratar con la realidad en
general y con los nacionalismos (terroristas expresos o no) en particular. Una,
que podríamos llamar realista, actualmente minoritaria, que llama al pan pan,
al vino vino y a los asesinos asesinos. Otra, actualmente preponderante en los
órganos de dirección, que podríamos llamar arriolista o, por hacer el juego
fácil de palabras, arrealista, que da por sentado que la base social que les
vota siempre lo va a hacer y que ante los problemas prefiere negar la
evidencia, ponerse de perfil y hacerse los simpáticos para que les acepten.
Como he dicho, esta segunda tendencia es la que ahora manda; la primera, que
estaría integrada por la vieja guardia
aznarista (Esperanza Aguirre, Mayor Oreja, Vidal Cuadras, María San Gil, entre
otros), es motejada por los arrealistas
con epítetos más duros que los que les dedica la izmierda, se les hace la vida imposible hasta que se van o se les destierra a Europa.
Ejemplo
claro lo hemos tenido hace poco con motivo de las próximas elecciones en
Cataluña: Sánchez Camacho, la arrealista
de turno en Cataluña, niega que el Estado de las autonomías sea responsable del
actual estado de cosas y dice que no se debe proceder a una ordenación y centralización del Estado. Rajoy,
responsable por acción u omisión del actual estado de cosas, dice que Sánchez
Camacho ofrece la moderación tan necesaria hoy en Cataluña.
Mientras,
Vidal Cuadras, realista defenestrado por Aznar (uno de los errores del ex
presidente), dice las cosas claras: Si seguimos dialogando nos pasan a cuchillo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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