Mientras se celebraba el Gran Premio de
España de Fórmula 1, en el circuito de Montmeló, comenté que me encantaría que
ganara Fernando Alonso. Mi padre, con algo más de maldad, comentó que lo que le
gustaría fuera que sonara el himno nacional.
Afortunadamente, el asturiano ganó, dio la
vuelta de honor al circuito con una bandera de España, sonó la Marcha Real y en
lo más alto del podio ondeó la enseña rojigualda. Mientras todo esto ocurría,
mi comentario fue que todos aquellos fastos de homenaje a España tenían que
estarle sentando como un tiro a Arturo Mas, obligado
a entregarle el trofeo. La cosa era tan evidente que poco después el propio
Lobato hizo un comentario en ese sentido.
Que tanto yo como el locutor calvo estábamos
en lo cierto lo prueba le modo en que han reaccionado algunos al comentario. En
concreto, un periotonto ha barbotado
que a Alonso y a Lobato la bandera les sale por las orejas y el desdén por la boca. Probablemente, si lo que
hubiera enarbolado fuera una cuatribarrada, el periodista no habría rebuznado
en absoluto.
Por otra parte, en el viaje de vuelta desde
Madrid, la plantilla del Fútbol Club Barcelona se dedicó a corear Olimpiakos, haciendo mofa y befa de la
derrota del Real Madrid en la final de la Copa de Europa de Baloncesto. Mi pensamiento
fue y estos, ¿de qué se ríen? ¿Qué han
ganado? Si ni siquiera han ganado un solo partido en la Final Four…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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