Muchos se empeñan en decir que la
corriente de indignación que recorre España es espontánea y apartidista. Sin embargo,
cuando se observa la cosa con un poco de perspectiva y ecuanimidad, es posible
percibir un sesgo bastante evidente. Así, se organizan concentraciones espontáneas ante las sedes del PP (en
las que curiosamente, todos los manifestantes llevan pancartas idénticas… ni
Newton y Leibniz mostraron tal grado de coincidencia al formular el cálculo
infinitesimal) quejándose por la corrupción (presunta, de momento) del partido
que sostiene al Gobierno.
Sin embargo, cuando salta a los medios
la noticia de que la Unión General de Trabajadores pagó su revista con fondosdestinados a cursos para la formación de parados, ni uno sólo de esos asqueados
por la corrupción se presenta ante las sedes del sindicato socialista para
protestar y pedir la dimisión inmediata de los responsables.
Al menos, el Partido Popular ha sabido
reaccionar y ha pedido explicaciones al citado sindicato y al (todavía) presidente de la Junta de Andalucía (y del PSOE) por los escándalos antedichos.
La respuesta del jerifalte socialista ha sido cuando menos peculiar: la Junta
necesita una visión más amplia del escándalo de la UGT para actuar.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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