Dedicadas las dos entradas anteriores
de esta serie a Lope de Vega, toca hoy dedicársela a un coetáneo suyo, don
Pedro Calderón de la Barca. Santanderino de pro, aunque afincado en Madrid
(como tantos de los escritores de nuestro Siglo de Oro), su teatro tiene
generalmente un trasfondo religioso que quizá esté también presente en el de
sus contemporáneos importantes, pero que en ellos no resulta tan evidente.
Traigo hoy aquí el soliloquio de
Segismundo en el Acto II de La vida es sueño. El lamento del protagonista comienza con estos conocidos versos:
¡Ay, mísero de mí! ¡Y,
ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros
naciendo;
aunque si nací, ya
entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
Vuestra justicia y
rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber
nacido.
Y termina con estos otros, no menos conocidos:
¿Qué es la vida? Un
frenesí
¿Qué es la vida? Una
ilusión,
Una sombra, una ficción,
Y el mayor bien es
pequeño:
Que toda la vida es
sueño,
Y los sueños, sueños
son.
Aunque yo suelo terminarlo,
destrozando la rima, con que toda la vida
es sueño,/ y los sueños… a la cama.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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