Pasan tantas cosas y tan deprisa que la noticia que toca comentar hoy ha quedado más antigua que la tos.
Porque la noticia era que, hace
apenas un par de semanas y media, la junta electoral avalaba la inclusión de Toni Cantó en la lista del PP para las elecciones regionales. Algunos días después,
tras el recurso de la izmierda, era el juzgado de lo
Contencioso-Administrativo número 5 de Madrid el que acordaba exluir de la lista al actor y al ex alcalde de Toledo, Agustín Conde, por considerarlos inelegibles.
Recurrida la sentencia ante el Tribunal Constitucional, la fiscalía -¿de quién
depende el Ministerio Fiscal? Pues eso- pidió que se mantuviera a ambos fuera de las listas, y eso fue lo que finalmente ocurrió. La reacción de Cantó fue,
digamos, deportiva, y afirmó que seguiría luchando por la libertad aunque no fuera
en las listas del PP.
Y quizá esto sea lo mejor, al
menos a corto plazo. Me estoy leyendo en estos momentos la biografía de Churchill escrita por Andrew Roberts. Precisamente estoy en la parte
correspondiente a la llegada del biografiado al puesto de Primer Ministro en
1.940. Llevaba una década alejado de toda responsabilidad de gobierno, década
en la que no había dejado de advertir contra el peligro que suponía el
nacionalsocialismo y el pintor fracasado que lo dirigía. Aunque nadie (o casi)
le hiciera caso, eso le permitió luego tener posibilidades de optar al puesto
que llevaba ambicionando toda su vida.
Ojo, no quiero decir con esto que
Cantó vaya a ser presidente del gobierno, ni siquiera ministro o consejero
regional. Lo que quiero decir es que el no estar en las listas del PP le va a
dar una libertad de acción y de dicción (valga la expresión) que, de otro modo,
probablemente no tendría.
Si yo fuera de los socialistas, quizá me preocuparía lo que acababa de conseguir…
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