Que los miembros del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer hagan y digan las cosas que hacen y dicen puede deberse a varios factores, separados o en concurrencia.
En primer lugar, puede ser que se consideren
inmunes a cualquier posible consecuencia de sus actos. En segundo lugar, cabe
que sean tan estúpidos que ni siquiera se planteen que sus actos puedan tener
consecuencias desagradables para ellos. En tercer lugar, es posible que se
consideren más inteligentes que los demás.
En el caso de Nadie Peludiño -cuya confesión
no forzada de que intervino en la elaboración de las estadísticas elaboradas por
el Instituto Nacional de Estadística cuando ella era ministra de Economía
debería conducir a una auditoría urgente del organismo español por parte del Eurostat-, un funcionario de larga trayectoria en el Ministerio de Economía lo
resumía así: He trabajado con muchos ministros que se creían los más listos
de la clase; Calviño, en cambio, se veía como la única lista de la clase.
Por otra parte, la susodicha escribe en sus memorias que cuando el psicópata le propuso ser ministra de Economía, le hizo tres preguntas, la primera de las cuales fue quién ocuparía la cartera de Hacienda. Teniendo en cuenta que, según ella, la respuesta la convenció, como idiota no es, habrá que concluir que carece de principios.
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