Esta obra cierra el ciclo que T. H. White dedicó a los mitos artúricos. No es extraño que no se publicara conjuntamente con el resto, dado que su tono es muy diferente al del resto de la saga, salvo quizá ciertos pasajes de La espada en la piedra. De hecho, esos pasajes, ya recogidos en la primera parte citada, dan una sensación de cosa leída a El libro de Merlín.
Como he dicho, el tono está muy alejado del de las cuatro primeras partes. Más que narrativo, es decididamente alegórico y filosófico, con una carga ideológica mucho más explícita en la que el autor, aprovechando la coyuntura de que Merlín vive hacia atrás, puede permitirse el mencionar hechos y circunstancias contemporáneas (para el autor, claro)… pero que no explica cómo pueden ser conocidas por los animales que forman el cónclave al que es convocado Arturo.
Por otra parte, al igual que en el inicio omitió los detalles del nacimiento de Arturo, White pasa casi de puntillas por la muerte (o no muerte, que ya se sabe que en esta materia el tema es discutido) del antiguo y futuro Rey y se centra más en las de Ginebra y (sobre todo) Lanzarote.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario