No suelo discutir con mi padre por cuestiones opinables, salvo por un tema: el fútbol. Y no por nuestros respectivos equipos –yo soy periquito, él es del Rácing de Santander-, sino por la eterna discordia entre Madrid y Barcelona: él es antimerengue, yo soy un furibundo anticulé. Para mi padre, Cristiano es un egoísta, Pepe es expulsable en cada uno de los partidos, los árbitros ayudan al Madrid y Mouriño era un soberbio.
Yo, sin entrar a negar las afirmaciones paternas, le señalo invariablemente una circunstancia: esos mismos defectos los tiene el Barcelona, con la diferencia de que, mientras que el Madrid no los oculta, los culés van de almas cándidas y puras.
Ya cuando exclamó delante de las cámaras aquello de Mouriño es el puto amo, el independentista Guardiola empezó a quitarse la careta. Por si alguien tenía alguna duda, acaba de decir que yo soy muy amigo de los jugadores si obedecen lo que digo. Que ojo, yo no digo que los entrenadores tengan que ser amigos de los jugadores o dejar de serlo (más bien lo segundo), sino que Guardiola iba de tío guay y por encima de la media de los demás técnicos… y resulta que, en el mejor de los casos, es un tipo exactamente como los demás.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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