Hace tres semanas murió Blas Piñar, fundador del partido de extrema derecha Fuerza Nueva. Retirado de la política por los votos (por la falta de ellos, más bien) y de la vida pública por la edad (murió con noventa y cinco años), su muerte me ha traído a la memoria la de otro extremista aunque de signo contrario, Santiago Carrillo.
Vaya por delante que no comulgo con las ideas políticas de ninguno de los dos: con las de Carrillo, porque era comunista (ventajista, más bien, como cualquier político de izquierdas); con las de Blas Piñar porque, aunque soy de derechas, hay cosas por las que no paso (como negar el Holocausto, por ejemplo), aunque es indudable que estoy más próximo a las mismas que a las del genocida de Paracuellos.
Porque, siendo los dos representantes de los extremos del espectro político, sólo tienen en común la muerte a una edad avanzada y el que la falta de apoyo a sus ideas los retirara de la vida política. En lo demás, difieren: Blas Piñar fue, hasta donde sé, fiel a sus principios (y así le fue en la vida), mientras que Carrillo no tenía ninguno (por renegar, renegó hasta de su padre); Piñar era católico, Carrillo (supongo que como buen comunista) ateo, Piñar era notario, Carrillo…asesino de masas; a Piñar se le negó el pan y la sal, mientras que a Carrillo se le concedieron doctorados Horroris Causa y se le homenajeó en su cumpleaños descabalgando al Caudillo; Piñar sabía hablar, Carrillo sólo tenía mala baba…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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