Cuando el gobierno regional de Madrid
anunció su intención de privatizar la gestión de varios hospitales de la
región, una marea blanca tomó las
calles protestando por semejante medida, al tiempo que se interponían recursos
ante los tribunales. Finalmente, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha
paralizado el proceso, lo que provocó la dimisión del consejero de Sanidad.
Que la oposición a la privatización de
la gestión provenía de intereses particulares de los médicos, y no generales de
los enfermos, lo demuestra que el presidente de la patronal sanitaria considerase
que se había hecho un uso demagógico de los intereses laborales de un colectivo (los médicos) al tomar esta decisión.
Y que era una embestida contra el buque insignia del poder regional del PP lo
demuestra el que Tomenos se
apresurase a apuntarse el mérito, aunque luego viniese el hijo de P diciendo
que se trataba de un éxito de mucha gente,
y que el PSOE se había limitado a estar
ahí, apoyando las manifestaciones.
Uno de los eslóganes más repetidos era
que la sanidad pública no se vende.
Eso quizá fuera cierto (por más que no se privatizaba la sanidad, repitámoslo,
sino únicamente la gestión), pero sólo porque ya estaba comprada por (o vendida a) los intereses de la izquierda, que busca
conseguir en la calle lo que las urnas les deniegan. Y lo demuestra el hecho de
que en otras dos regiones (Andalucía y Cataluña) ya existen desde hace bastante
tiempo hospitales públicos de gestión privada, sin que los pacientes ni mucho
menos los propios médicos hayan dicho nada al respecto. ¿Será quizá porque en
esas regiones no gobierna el Partido Popular?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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