Si por algo se caracterizan los
partidos políticos españoles es porque, en general, se sigue a rajatabla una
férrea disciplina de, valga la redundancia, partido. O, como muy gráficamente
dijo Alfonso Guerra, el que se mueve no sale en la foto.
Sólo en casos de un gran poder
territorial (caso, en tiempos, de Rodríguez Ibarra o Esperanza Aguirre, por
poner un ejemplo de la izquierda y otro de la derecha) los políticos en activo
se atreven a ser lo que los cursis llaman versos
sueltos y lo que toda la vida se ha llamado nota discordante.
También está el caso de aquellos que consideran
que no tienen nada que perder y que, por lo tanto, pueden expresarse con
completa libertad. Es difícil saber si el presidente de la comunidad de Madrid,
Ignacio González, se encuentra entre estos últimos o entre los primeros (cosa
dudable puesto que Esperanza Aguirre no ha renunciado a la presidencia del PP
madrileño tras hacerlo a la de la comunidad).
En cualquier caso, es de los pocos que
en voz bien alta se atreve a decir lo que piensan la mayoría de los españoles:
que las comunidades con déficit a la carta han incumplido los (generosos, y la palabra es mía) objetivos marcados. Y cuando se habla de tales comunidades uno tiende a pensar en esa que
se encuentra en una esquinita de España,
que diría el de la cabeza rapada…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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