De todas las historias artúricas de
Chrétien, ésta es la más divertida, al menos en su primera parte. Dado que
Perceval se ha criado en el bosque, alejado de la corte, los caballeros y demás
(por decisión de su madre, decisión perfectamente comprensible ya que fue el
ser caballeros lo que llevó a la muerte a los padres y hermanos de Perceval),
todas sus reacciones son las de un ignorante en cualquier cosa que tenga que
ver con la vida en sociedad. Es algo así como la versión caballeresca de Tarzán en Nueva York o La ciudad no es para mí.
Luego, una vez es armado caballero y
ha recibido la formación correspondiente, la cosa se vuelve más del tono del
resto de las obras de Chrétien, aunque con una diferencia (o dos): ésta sí
que entra en el núcleo de la materia de
Bretaña, en el sentido de que aparecen tanto el Rey Pescador como el Grial…
pero, desgraciadamente, la obra quedó inconclusa por lo que, valga el
retruécano, nos quedamos sin saber cómo terminó la cosa… al menos hasta que
leamos el Lanzarote en prosa.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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