Nunca me ha inspirado la menor
simpatía Pilar Manjón. Una persona que antepone sus intereses, sus filias y
folias políticas, a sus sentimientos como persona y madre, me produce el mayor
de los ascos. Y cada vez que abre la boca mi opinión sobre ella se reafirma
(algo a lo que, por otra parte, he de reconocer que estoy predispuesto).
La última deposición de semejante
personaje ha ido dirigida contra los inquilinos del 1600 de la Avenida
Pensilvania de Washington D.C., ya que ha escrito en su cuenta de Twitter,
literalmente, odio al negro de la Casa
Blanca y a su P mujer. No quiero ni pensar qué habría ocurrido si semejante
alegato racista (e inexacto, ya que Barack Hussein Obama no es negro, sino
mulato) hubiera surgido de alguien situado a la derecha del espectro político.
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