Desde que fundó su chiringuito
electoral –pues eso y no otra cosa son los partidos políticos en España- he
criticado al partido de Rosa Díez. O, por ser más exactos, la he criticado a
ella, y desde bastante antes de que abandonara las filas del PSOE.
Dos eran las razones fundamentales que
me movían a hacerlo: la primera, la querella conta Antonio Mingote por un
editorial gráfico (que es lo que realmente eran las viñetas del genial
dibujante) publicado –dónde si no- en el diario ABC, siendo ella consejera de cultura en el consejo de gobierno de
la comunidad autónoma vasca; la segunda, un espacio de propaganda electoral con
motivo de unas elecciones al Parlamento Europeo, en el que recurría a todos los
tics y los tópicos más rancios de su partido.
Asumamos que realizó ambos actos en
contra de sus convicciones más íntimas, pero por sentido de disciplina de
partido. Asumamos que fueran esas convicciones, y no el verse relegada en sus
aspiraciones (optó nada menos que a la secretaría general en aquel infausto
proceso en el que salió elegido Rodríguez), las que finalmente la abocaron a
abandonar el partido fundado por Pablo Iglesias (senior) y crear, en compañía
de algunas figuras relavantes de la vida pública, ese partido cuyas siglas son
UPyD. Asumamos todo eso.
Pero es que desde que fue elegida
diputada, primero sola y luego en compañía de otros, la señora Díaz ha mostrado
tres rasgos bastante persistentes (también es cierto que estoy predispuesto a
buscarlos): una descarada tendencia a la demagogia fácil (lo que no deja de ser
un pleonasmo), una enervante indefinición ideológica y un molesto afán de
protagonismo que le lleva a querer ser perejil de todas las salsas. Todo ello,
desde luego, no justifica el trato casi desdeñoso que le dedica el presidente
del Gobierno. Son otros, y no ella, los mayores peligros para la estabilidad y
la prosperidad de España.
A lo que voy es que Rosa Díez no es ni
mejor ni peor que la media de la clase política española. Es como todos. Por eso,
que ahora –con motivo del trato que se la ha dado al eurodiputado de su partido
Sosa-Wagner cuando ha propuesto un acuerdo con Ciudadanos- algunos se caigan del caballo como san Pablo camino de Damasco y la pongan a parir cuando hace no
demasiado la consideraban poco menos que la última esperanza de la democracia
me produce un gran consuelo. Porque yo he venido diciendo lo mismo desde hace
bastante…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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