martes, 4 de septiembre de 2012

Nuevas aventuras de Robinson Crusoe


La segunda parte de la novela resulta simétrica a la primera. Si en la obra original el personaje se pasaba el comienzo de la obra moviéndose por el mundo para acabar estancado en su isla durante una larga temporada, en la segunda ocurre todo lo contrario: tras volver a la isla y estar allí algún tiempo, solucionando problemas, parte en busca de nuevas aventuras… que le impedirán volver a Inglaterra hasta diez años después. Desde luego, Defoe inventó el personaje de dijo que se iba a por tabaco y desapareció, porque Crusoe pasa más de la mitad de su vida fuera de Inglaterra.
Esta segunda parte tiene el mismo sesgo ideológico que la primera: los católicos (léase, los papistas) en general y los españoles en particular son pérfidos y se pasan la vida masacrando indígenas y quemando herejes, aunque algunos de unos y otros se salven y resulten ser personas honorables e incluso dignas de respeto. Sin embargo, cuando llega el caso, Crusoe muestra el mismo celo exterminador de salvajes (Madagascar, Siberia) y destructor de ídolos que tanto critica en otros. Pero ya se sabe, Gran Bretaña fue el faro civilizador del mundo mundial y parte del extranjero…
Para finalizar, un detalle: teniendo en cuenta el afecto que aparentemente el personaje profesaba a Viernes, no pierde ni cinco minutos en llorarle cuando el amerindio desaparece de escena.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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