miércoles, 17 de septiembre de 2014

Buena iniciativa

El sistema español de aforamiento es demencial. No sólo por el número de los mismos (más de diecisiete mil en la actualidad), sino por el hecho de que cualquier hecho punible realizado por ellos goza de ese privilegio.
Y la naturaleza del aforamiento no es esa, o no debería serlo. El objeto del aforamiento es proteger la independencia en la actuación política de sus titulares. Es decir, si un diputado menta la dudosa honorabilidad de la señora madre de un compañero de cámara, tendría sentido la aplicación del aforamiento; pero si ese mismo diputado le sustrae la cartera a su compañero de banco y es pillado con las manos en la masa, no debería aplicarse dicha figura.
En este sentido el ministro de Justicia hizo una propuesta con mucho sentido lógico: pasar de los actuales 17.621 aforados (que se dice pronto) a sólo veintidós, aparte de los que afectan a la familia real: los presidentes del Gobierno, Congreso, Senado, Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo y las diecisiete comunidades autónomas. Yo quizá añadiría al presidente del Tribunal de Cuentas, a los de las ciudades autónomas y al Defensor del Pueblo. Y, desde luego, por delitos cometidos en el ejercicio de su actividad política y en relación con la misma. Para todos los demás casos, desde saltarse un semáforo hasta matar a alguien, como cualquier ciudadano normal y corriente.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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