domingo, 17 de julio de 2022

¡Qué putada, mi brigada!

El problema de las ideologías liberticidas -y el socialismo, sea real o democrático, lo es- reside en que consideran -o parecen considerar- que es posible moldear la realidad a golpe de legislación. Pero la realidad es terca, y no suele dejarse moldear, y menos aún por unas vulgares normas.

Desde esta perspectiva, es casi lógico que el desgobierno socialcomunismo que tenemos la desgracia de padecer considere que prohibir el llamado oficio más antiguo del mundo va a acabar con él. Lo hace además -típico en él- con un sistema que ya ha fracasado al otro lado de los Pirineos. Y lo hace contra la voluntad de las propias prostitutas, que consideran que dicha prohibición es un paso atrás para el feminismo (ahí no entro, que el tema se me escapa).

Eso sí, en una línea adanista muy propia del consejo de ninistros, se descuelgan con medidas que ya existían. Porque está muy bien que prohíban el proxenetismo; el problema es que ya estaba prohibido… desde hace medio siglo, al menos.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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