jueves, 9 de mayo de 2024

Desnaturalizando el lenguaje

Cuando a un sustantivo con significado asentado desde hace tiempo se le adosa un adjetivo, el producto resultante no guarda ningún parecido con el término de origen.

Tomemos el término justicia. Desde Ulpiano, la justicia es la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno su derecho. Es decir, dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde en justicia, porque se lo merece.

Pero ahora van los de la mano y el capullo y se han inventado el término justicia social, y lo emplean como argumento para dar títulos en la Formación Profesional por vías no formales de formación. La cosa es la acreditación de las competencias profesionales adquiridas, no de forma académica y controlada por los centros formativos, sino por la experiencia laboral, y por vías no formales de formación… pero sin explicar cómo se acreditaría esa formación.

El peso del rediseño del sistema de acreditaciones recaería, no en un cuadro académico o empresarial (como parecería lógico), sino que (cuidadito que vienen curvas), la colaboración de los interlocutores sociales (ya tardaban) es fundamental para, desde un plano de lealtad institucional (¿lealtad? Sabrán qué es eso…) y sentido de Estado (más de lo mismo), identificar a nivel global qué necesidades de acreditación existen, priorizarlas, sectorizarlas, territorializarlas y adquirir un compromiso con las administraciones a fin de ayudar en el reconocimiento y su evaluación.

Vamos, que lo que quieren es un tener un rebaño de burros apesebrados y estómagos agradecidos sin capacidad crítica.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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