La izquierda española, con esa hiperlegitimidad auto atribuida y esa superioridad moral auto concedida, siempre se ha considerado por encima del bien y del mal y de la Justicia. Todo lo que hacen ellos es bueno y justo; todo lo que hacen los demás, aunque sea lo mismo que hacen ellos, es malo e injusto. Y si los otros se atreven a afear a la izquierda su conducta, son todo bulos, difamaciones y mentiras, amén de un ataque frontal a la democracia porque, ya se sabe, democracia es lo que la izquierda dice que es tal cosa.
Por eso, que la Audiencia de Madrid aprecie indicios de delito en la mediación de Begoña Gómez con Barrabés es, para el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer -en esto, los de la mano y
el capullo y los cocuquistas van de la mano, porque los segundos saben
que como se suelten, no van a verse en otra como ésta-, algo imperdonable. Y mientras
el psicópata de la Moncloa se negaba en sede parlamentaria -¿para qué coño
sirven las sesiones de control al gobierno, si el gobierno no se deja
controlar?- a responder sobre la imputación de su mujer, escudándose en el fango,
la tucán de Fene mandaba a la bancada popular, literalmente, a la mierda.
Al menos no les ha mandado al paredón, como hacían sus correligionarios en su añorada segunda república…
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