martes, 11 de junio de 2024

Hasta aquí hemos llegado

Un niño consentido deviene en un autócrata, más pronto que tarde. Como en el famoso anuncio de televisión, si no se siguen sus deseos rompe la baraja y se larga, salvo que los demás acepten pulpo como animal de compañía o barco como animal acuático.

Tampoco es imprescindible haber sido malcriado para ser un autócrata. Puede ser que el sujeto en cuestión haya sufrido una mala infancia, o que le haya sorbido el cerebro una ideología totalitaria. El caso es que, por hache o por be, por fas o por nefas, porque sí o porque no, hay personas que no toleran que se les lleve la contraria, que desean siempre hacer su impía voluntad.

Y contra esta gente hay que poner pie en pared y decirles que no, como se hace con los niños caprichosos (o, como decíamos en mi familia cuando yo era pequeño, peplas). Y si el fiscal particular del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer recusa a varios de los magistrados que tienen que resolver sobre la validez o no de su nombramiento, ahí está el Tribunal Supremo -una de las pocas instituciones no vampirizadas por el psicópata de la Moncloa- para rechazar esa recusación.

Todavía hay esperanza.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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