Tradicionalmente, la mala fama dentro de los
nacionalismos españoles se la ha llevado el vasco. Son ellos los que han matado
más (aunque los de Tierra libre no es
que fueran unas ursulinas, precisamente), y han sido sus dirigentes políticos
(singularmente el culifino Arzalluz)
los que han hecho gala de un racismo más acendrado, heredado del oligofrénico
fundador que tuvieron.
Sin embargo, y como he dicho, los
nacionalistas catalanes tampoco son moco de pavo. Como todo nacionalismo, son
excluyentes, y se ven obligados a exaltar las características de su grupo por
encima del de los demás (para el que tienen un sinónimo del maketo vasco: el charnego es el que, viviendo en Cataluña, no es de pura sangre
catalana). Es decir, que son racistas y xenófobos, como todos los
nacionalistas.
En los últimos tiempos, la deriva ideológica
de Arturito Menos le ha llevado a
tomar medidas que no se veían en Europa desde hace tres cuartos de siglo
(menos, si contamos la zona soviética). La última ha sido la decisión de la
Generalidad de crear un fichero de buenos catalanes que son, por supuesto, aquellos que se adhieren a sus propuestas.
De aquí a coser una bandera rojigualda en la
manga del abrigo, o de tatuar el DNI en el brazo, va sólo un paso. Y luego les
molesta que se les llame nazis…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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