En España, el problema no suele ser la
falta de regulación sobre un tema, sino todo lo contrario: la proliferación
demedida de normas sobre cualquier materia, a todos los niveles administrativos
(nacional, autonómico y local) que vuelven loco al particular y constriñen su
libre iniciativa. Proporcionando un sustrato ideal, además, para la corrupción,
ya que siempre habrá quien desee saltarse esa maraña y quien esté dispuesto a
facilitárselo… a cambio de un precio, claro.
Por eso, la noticia de que la Comisión Nacional de la Competencia ha propuesto que todo el territorio español, salvo los espacios protegidos, sea urbanizable, es una maravillosa noticia. Es sólo
eso, una propuesta, y ni siquiera hay visos de que vaya a tener recorrido, pero
por lo menos hay un organismo en este país que detecta el problema y propone
una solución con sentido.
Siempre surgirán los progres, claro,
que dirán que con semejante medida tendríamos cemento hasta en la sopa. Evidentemente,
eso es una tontería como un castillo (igual que el sostener que abaratar el
despido perjudica a los obreros y beneficia al empresario): que todo el suelo
sea urbanizable no quiere decir que todo el suelo se vaya a urbanizar. Para empezar,
semejante oferta descontrolada provocaría una caída en los precios que ríete tú
del estallido de la burbuja inmobiliaria. No, sería avanzar un paso en la
solución de varios problemas; entre ellos, el de la corrupción del ladrillo. No lo eliminaría, claro, pero
le haría perder un ápice de sentido.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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