Vladimir Putin, como buen autócrata,
tiene la costumbre de decir lo que piensa, y allá luego con las consecuencias. A
propósito del juicio a Silvio Berlusconi por, entre otras cosas, corrupción de
menores, el ruso ha dicho que si hubiese sido gay nadie le habría puesto un dedo encima.
No estoy yo tan seguro, de
todos modos: la lascivia de Berlusconi es el medio empleado para ponerle entre
rejas o, al menos, apartarle de la primera línea política, al igual que la
evasión de impuestos lo fue en el caso de Al Capone. Pero a Berlusconi se le
demoniza (ojo, que no estoy diciendo que sea un angelito, ni mucho menos) por
ser de derechas, no por ser un pendón heterosexual. La prueba es que la
progresía internacional carga contra los casos de pederastia en el seno de la
iglesia (católica, por supuesto), pero no parece estar en contra de las
relaciones homosexuales con o entre menores, a tenor de los contenidos de la educación para la ciudadanía, por
ejemplo.
Otro caso es el de Guido Barilla, que
ha señalado que en sus anuncios no aparecen familias homosexuales porque no estamos de acuerdo con ellos. La nuestra
es una familia clásica en la que la mujer desempeña un papel fundamental.
Evidentemente, todo el lobby
homosexual, olvidando el derecho a la libertad de expresión, de pensamiento y
de empresa, ha promovido un boicot contra los productos de este señor…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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