…ganar es lo único. Leí en alguna parte que el padre de Mark Spitz le repetía esta frase a su hijo una y otra vez. Así, cuando el californiano se lanzaba a la piscina no era para participar, era para ganar; y si no lo hacía, se sentía frustrado, como ocurrió en los Juegos Olímpicos de Méjico. ¿Resultado? Volvió cuatro años más tarde y arrasó, consiguiendo tantas medallas de oro que hasta más de tres décadas después nadie conseguiría más de una tacada.
Viene esto a colación de la reciente elección de Tokio como sede de los Juegos Olímpicos de 2.024. Madrid presentaba su candidatura por tercera ocasión consecutiva, y de nuevo fue derrotada; esta vez, a las primeras de cambio, a pesar de tener en el bolsillo, teóricamente, medio centenar de votos. Entonces ¿qué pasó? ¿Por qué hemos fracasado de nuevo? No es que nuestra candidatura fuera mala objetivamente. Así pues, las causas han de ser subjetivas. Estas son, en mi opinión, sin que el orden de exposición suponga una importancia creciente o decreciente:
- Desde 1.952, los Juegos Olímpicos no se han celebrado en dos ocasiones consecutivas en Europa. Es más, desde 1.960 sólo en dos ocasiones no se han celebrado dos veces consecutivas fuera de Europa. Por lo tanto, todo apuntaba a que los juegos de 2.020 no tendrían lugar en Europa, mientras que los de 2.024 sí. Eso eliminaba la posibilidad de que los países europeos con aspiraciones de organizar los juegos de 2.024 –Francia, Alemania e Italia- votaran a Madrid, así como aquellos otros países en los que pudieran influir. Si Madrid hubiera sido elegida, las posibilidades de esos países de celebrar los juegos de 2.024 se hubieran reducido prácticamente a cero. Por eso precisamente, Madrid no debería presentar su candidatura a los juegos de 2.024. No se los van a dar. Y mira que lo siento, porque a mi padre, que ya va teniendo una edad, sé que le gustaría ver celebrarse unos juegos en la ciudad donde vive. Y aunque hay varios casos de nonagenarios, e incluso centenarios en su familia (por ambas ramas), las posibilidades son pocas…
- La candidatura madrileña presumía de austeridad. El COI es un organismo que, a pesar de sus pomposas proclamas, se mueve única y exclusivamente por el dinero. Tokio les prometía negocio, Tokio era la opción más clara.
- Gracias a los nefastos siete años de gobierno socialista, España no pinta una mierda en el concierto internacional. Somos menos que un cero a la izquierda. Si no hemos podido impedir que la UEFA admita a Gibraltar o que conceda una Eurocopa a la candidatura conjunta de España y Portugal –y eso, a pesar de que José María Qué más quieres que te de, Sandro Villar se supone que pincha y corta en esa cueva de ladrones-, ¿qué demonios esperábamos? De personas como Javier Solana, Oreja Aguirre, Samaranch padre o Inocencio Arias hemos pasado a ejemplares como Leire Pajín o Bibiana Aido. Así no hay quién nos tome en serio.
- Los países de las otras dos ciudades candidatas apoyaban sin fisuras sus respectivas urbes. No era así en el caso de España.
Todo lo demás –que si el dopaje (las prácticas deportivas chinas están tan cuestionadas, si no más, como las españolas, y eso no impidió que concedieran a Pekín los juegos de 2.008), que si la presentación patética (aunque Rajoy casi parecía, por los treinta segundos que le escuché, que estuviera dando un mitin), o todas las demás razones que se han citado- es palabrería.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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