martes, 25 de noviembre de 2014

Más de lo mismo… o peor

Junior y sus muchachos se han presentado (a sí mismos) como reacción contra lo que ellos llaman la casta. Como todos los que pretenden derribar un sistema existente –porque, no nos engañemos, eso es lo que pretenden y no otra cosa-, se presentan como más castos, más puros, mejores que los que hay.
No es nada nuevo. Ya ocurrió con Robespierre y los jacobinos, con Lenin y los bolcheviques, con Hitler y los nacionalsocialistas, con Castro y los comunistas, con Ortega y los sandinistas, con Chaves y los bolivarianos… Sí, ya sé que casi todos los ejemplos que he puesto son de izquierdistas, pero qué le vamos a hacer… uno es de derechas y, salvo excepciones, los de izquierdas presumen de ser mejores y acaban siendo peores. Mucho peores.
Ahora, en España, tenemos el caso del partido de los circulitos. Sin embargo, cuanto más se va sabiendo de ellos –cosa inevitable, desde que se expusieron al foco de la luz pública- más se van pareciendo a aquellos que critican inmisericordemente.
Así, nos encontramos con que Errejón ha estado cobrando mil ochocientos veinticinco euros al mes de una universidad que no pisa, contando pisos de una ciudad en la que no vive, y siendo evaluado por quien le dio la posibilidad de acceder a semejante bicoca, que ha resultado ser… un subordinado suyo en el partido.
También está el caso del de la coleta, que disfrazó su productora de televisión como asociación sin ánimo de lucro (debe ser la primera productora de la historia de la humanidad que trabaja gratis et amore)… pero que aceptó aportaciones de Bolivia, Irán e Izquierda Unida.
Coalición a la que, por cierto, pertenece la chica de Pablito. Una comunista de pro con ideas propias, dice, pero con comportamientos parecidos a los de los ajenos. Porque entró en la política siendo hija de (lo cual en sí no es necesariamente criticable, aunque ellos lo critican… en los demás), y ahora resulta que está siendo investigada por un contrato irregular en Rivas Vaciamadrid.
Ante esto, y después del varapalo que le propinaron en una cadena teóricamente amiga (de los cincuenta minutos empleados, a cualquiera con un poco de interés le habrían sobrado por lo menos cuarenta y nueve), Junior declaró que tenía que trabajar más duro y mejorar. Dejando aparte que cabe dudar que conozca el verdadero significado del verbo trabajar, su concepto de la mejora parece ser pretender acudir a los programas de cinco en cinco (o, como se dice penalmente, en cuadrilla) y declarar que Sufrimos una campaña de difamación que marca un hito en España.
No es difamación, sino otra cosa. Me explico. Hace años, en la época del Rodrigato, entré en un despacho de mi trabajo en el que se discutía si el entonces presidente del Gobierno era gilipoyas o no. Rompiendo mi costumbre de no meterme en conversaciones ajenas sobre política, dije gilipoyas no sé, pero lo que sí es sin duda es un hijo de puta. Ante esto, el sector minoritario declaró que no pensaba permitir que se insultara en su presencia al presidente del Gobierno. Me quedé con la duda de cuál habría sido su reacción si el insultado gastara bigote y fuera bajito (es una manera de hablar, no tenía ni tengo duda alguna de la falta de reacción), y señalé que no le insultaba, sino que me limitaba a dar mi opinión. Mi interlocutor porfió, y yo rectifiqué: no estaba dando mi opinión, estaba siendo descriptivo. Tampoco aceptó esta posibilidad, así que decliné continuar.
Bueno, pues eso, Pablito: no se os está difamando. Se os está describiendo, lisa y llanamente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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