miércoles, 2 de enero de 2019

¿Comunismo? No, gracias

El comunismo es, teóricamente, una bonita doctrina. Lo malo es que sólo se ha llevado a la práctica con éxito una vez a lo largo de la Historia. Curiosamente (o no tanto), la única vez que se ha realizado de manera voluntaria. Me refiero, claro está, a los primeros cristianos, que según se relata en los Hechos de los Apóstoles, ponían todo en común.
Después de eso, podríamos decir que lo que fastidia el comunismo son los que se autodenominan comunistas, llámense Marx, Lenin, Pol Pot, Mao, Carrillo o Castro. Para empezar, imponen sus ideas por la fuerza, y por la fuerza las mantienen. Construyen muros y alambradas, no para impedir que la gente entre en los denominados paraísos comunistas, sino para todo lo contrario: para evitar que los de dentro puedan escapar.
En democracia, los comunistas nunca han planteado propuestas verdaderamente realistas, y en general no explican cómo las llevarían a cabo, desde el impago de la deuda pública ilegítima (según ellos) a la implantación general de las llamadas energías alternativas. Sin embargo, las propuestas lanzadas en la campaña electoral de las últimas elecciones regionales andaluzas –hace justo un mes fue la votación- rozaban directamente lo esperpéntico, desde desenterrar al general Queipo de Llano (qué pesadita la izmierda con la desmemoria histérica) hasta implantar la jornada de trabajo de ocho horas para los animales de labor (es de suponer que con pausa para el bocadillo; de alfalfa, por supuesto).
Así, no es extraño que cayeran hasta la cuarta posición. Llega a durar un poco más la campaña y les pasan hasta los de Vox…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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