José
Guardiola es considerado por muchos como un gran entrenador de fútbol. Incluso diría,
sin temor a equivocarme, que el primero de los que lo tienen en tal
consideración es él mismo. Como sabe cualquiera que me conozca o lea este blog,
nada más lejos de mi opinión.
Cierto,
con el al timón el Barcelona fue el primer (y hasta la fecha, si no me
equivoco, único) equipo en ganar el llamado sextete:
conseguir, de corrido, liga, copa, máximo trofeo continental, supercopa
nacional (algo que, en mi opinión, debería tener de oficio al haber ganado liga
y copa; pero, claro, en tal caso no habría partido, no habría entradas y no
habría negocio), supercopa continental y mundial de clubes. Bien es cierto que
dirigía al jugador más desequilibrante del fútbol mundial, que tenía una
plantilla de calidad que jugaba exclusivamente para ese jugador y que, al menos
de los Pirineos para abajo, contaba con el beneplácito (por no decir
complicidad) arbitral.
Guardiola
dejó el Barcelona. Los entrenadores que le sucedieron, si bien no alcanzaron
las cotas de excelencia que se atribuyen al calvo melifluo, consiguieron
bastantes trofeos (aunque la máxima competición europea y las dos que lleva
aparejadas se les han venido resistiendo). El meacolonia, en cambio, no hizo
nada fuera de lo corriente en Alemania –el Bayern de Múnich mantiene una
tiranía en la Bundesliga que hace palidecer la de cualquier otro equipo de
Europa occidental, Farça reciente
incluido-, y en Inglaterra necesitó dos temporadas y una inversión millonaria para
conseguir la Premier.
Por
eso, cuando leí que la UEFA estudia seriamente expulsar al Manchester City de la Champions League por incumplir el juego limpio financiero, no pude sino
descojonarme de risa. Los citizens no
me inspiran ninguna simpatía, aunque tampoco les tengo una inquina especial,
salvo porque son un equipo hecho a golpe de talonario. Pero su entrenador… ah,
ese es otro cantar. Iba a disfrutar todos los partidos que no jugaran como si
en su lugar jugara el Español de mis amores.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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