jueves, 3 de enero de 2019

Haciendo el indio

José Borrell no es ningún estúpido. De todos los ministros socialistas que ha habido (me atrevería a decir que de todos los ministros, e incluso de los miembros de todos los ejecutivos, nacionales o regionales) en España en los últimos cuarenta años, estaría dispuesto a apostar que se encuentra en el pelotón de cabeza.
Eso no quiere decir que sea honrado a carta cabal, o completamente de fiar. La bicefalia cefaleica de finales de los noventa fue atajada por el expediente de airear trapos sucios de la Agencia Tributaria en Cataluña que le tocaban bastante de cerca; no hace mucho se ha conocido también el presunto uso de información privilegiada en relación con movimientos bursátiles del ministro catalán. Y, por otra parte, no parece muy lógico (o coherente) que alguien que se manifestó (literal y figuradamente) contra el golpismo catalán forme parte de un gobierno que se apoya en esos mismos golpistas para sobrevivir. Sobre todo cuando, como don José, ya está de vuelta de casi todo y, como Solbes cuando volvió de Europa, lo que se haga sólo podrá empeorar su reputación.
Pero de la inteligencia de Borrell nadie dudaba. De su soberbia, tampoco. Porque es precisamente la soberbia (además de la hipersensibilidad cutánea del progretariado, claro) lo único que explica que dijera que Estados Unidos tiene un mayor nivel de integración política (que España) porque tienen el mismo idioma y porque tienen muy poca historia detrás. Nacieron a la independencia prácticamente sin historia, lo único que habían hecho era matar a cuatro indios, pero aparte de eso... fue muy fácil. En una extraña confluencia, Naranjito y Cocomocho se le echaron encima para despellejarle.
Sin embargo, el marido de la presidente del PSOE tiene toda la razón. Antes de la independencia habían matado, como quien dice, a cuatro indios. Pero después, ¡ay, amigo!, se los cargaron a carretadas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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