viernes, 18 de febrero de 2022

Pegarse un tiro en el pie

Normalmente, hoy tocaría publicar la entrada que saldrá mañana, es decir, una de hace un año. Sin embargo, y por una vez, la actualidad manda. Y, por una vez, no voy a hablar de la izmierda -patria o internacional-, ni de los necionanistas o los terroristas. No, voy a hablar del partido al cual he votado hasta ahora. Que no quiere decir que no vaya a seguir votándoles, pero tampoco que vaya a seguir haciéndolo.

La actualidad es, claro está, la noticia del presunto espionaje que la cúpula del PP nacional habría realizado sobre la persona y el entorno de la presidente del consejo regional de gobierno de Madrid, y líder de facto del partido en la comunidad. Voy a intentar no dejarme ningún punto en mi análisis, aunque escribo a vuelatecla.

He oído por ahí que los trapos sucios se lavan en casa. Quizá en esto sea en lo único que no esté de acuerdo: tratándose de políticos, y de políticos con responsabilidades y posibilidades de alcanzar cotas más altas aún, cualquier trapo sucio debe ser lavado a la vista del público. Esto no son, de ser ciertas las acusaciones contra Díaz-Ayuso, navajeos de partido: son delitos o, como mínimo, conductas poco estéticas y absolutamente reprobables. Otra cosa es que alguien, por el simple hecho de ser familiar de un político de cierta importancia, vea truncadas sus perspectivas profesionales (algún caso conozco de primera mano en mi entorno laboral inmediato).

El secretario general de los populares -cuyo mayor logro en la vida parece ser el lanzamiento de huesos de aceituna- acusó a Díaz-Ayuso de un ataque casi delicitivo, anunció un expediente informativo y no descartó la expulsión del partido. Pero lo que calló es que ellos mismos habían acusado a Isabel Díaz-Ayuso de cometer delitos, o algo muy parecido.

El director de la agencia de detectives -que resulta ser la misma que en su día se contrató para espiar a Ignacio González, manda huevos- confirmó que fueron personas vinculadas al PP quienes fueron a contratarle para espiar a Díaz-Ayuso.

Cayetana Álvarez de Toledo, sin pelos en la lengua como acostumbra, habló de métodos de vertedero y pide responsabilidades a Casado por el espionaje a Ayuso (posteriormente, pediría directamente su dimisión). Porque en un país normal, y esto es valoración mía, si alguien tiene conocimiento de un delito, o sospechas del mismo, lo pone en conocimiento de la fiscalía (sí, hasta de ésta), para que investigue.

Alberto Núñez Feijoo, probablemente el único barón territorial con Ayuso que tiene peso específico suficiente, pidió una explicación precisa sobre la rocambolesca historia del espionaje a Ayuso.

Y mientras, la afectada exigía dimisiones y decía que nunca pudo imaginar que Génova iba a actuar de un modo tan cruel, y que es muy doloroso que dirigentes de tu partido sean los que quieren destruirte. Vamos a ver, esto es política, y como dijo aquél, primero están los rivales, luego los enemigos y finalmente los compañeros de partido.

En cuanto a la derivada municipal -recordemos que Almeida es, además de alcalde de la Villa y Corte, portavoz nacional del partido-, Almeida desvinculó al Ayuntamiento del espionaje a Ayuso, pero no destituyó inicialmente a Carromero, el implicado en el espionaje. Que luego, tras una entrevista con el alcalde, presentaría su dimisión, quizá en un intento de atajar el inciendio.

Pero el incendio tiene difícil remedio, porque la vicealcaldesa (Villacís, de Ciudadanos) se declaró escandalizada, y la izquierda cargó en pleno contra la mafia siciliana -lo cual resulta un pleonasmo- que gobierna Madrid.

Y, por fin, ¿qué pasará? O Génova dice la verdad, o la dice Ayuso. En el primer caso, Ayuso está acabada. En el segundo, está acabado el dúo sacapuntas que dirige el partido y, quizá, el mismo partido. Y los votantes de derechas nos quedamos casi sin referentes.

Por último, aquí no hace falta buscar a la mujer, puesto que está bien a la vista, sino preguntarnos a quién beneficia todo esto y, por tanto, quién puede estar detrás.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!


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