Sir Winston Leonard Spencer Churchill tendría muchos defectos como ser humano, pero lo que nadie puede negarle es su agudeza mental y su lengua afilada. Entre sus muchas definiciones se encuentra la de fanático como aquel que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.
En este sentido, el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer está trufado de fanáticos. En
la parte neocom se les supone, puesto que los epígonos del gorrón de
Karl Marx son de idea fija (en la mollera no les cabe más que una, tan poco
espacio les dejan sus dogmas preinstalados); pero en la parte de los de la mano
y el capullo uno no sabe si son así por convicción propia o por contagio de sus
compañeros de gabinete.
Así, el ninistro de
Universidades -neocom, claro- ha denunciado la segregación por sexos
en la tuna, y ha asegurado que no debería ser una tradición a conservar.
Poco le importa al susodicho la opinión de los afectados de uno y otro sexo,
que prefieren, por todo tipo de razones -empezando por las puramente musicales-
que las tunas sean masculinas o femeninas, pero no mixtas.
Por esa regla de tres, acabemos también con los aseos mixtos, ¿no?
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