Leí esta novela de pura chiripa. Con ocasión del segundo centenario del Dos de Mayo (de 1.808, se entiende), una tal Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad editó un volumen que contenía tres obras: la que da título a esta entrada, el episodio nacional titulado El 19 de Marzo y el 2 de Mayo y la carta duodécima de José María Blanco White (de su obra Cartas de España). Al haberme leído en su día la obra de Galdós (por lo que no lo he vuelto a leer ahora), y ser la de Blanco sólo un fragmento de algo mayor (como también lo es, en cierto modo, el relato galdosiano), voy a comentar sólo la novela del cubano Carpentier.
No es que nunca me haya interesado demasiado la producción novelística hispanoamericana. Sin llegar a los extremos de mi padre, a quien le gustan las historias cuanto más simples, mejor, prefiero tramas que, aunque sean enrevesadas, no se pierdan en florituras de estilo. Y eso es lo que me parece esta novela, un ejercicio de estilo, que toma como pretexto las andanzas de dos jóvenes criollos (el tercero, Carlos, apenas tiene relieve) en el Caribe de la última década del siglo XVIII (el siglo de las luces que da título a la novela), ya que el viaje a Francia de Estaban y de Victor Hughes es apenas un paréntesis. Con esta base, el autor despliega una exuberancia verbal que se corresponde con los sentimiendos exaltados, sean ideológicos o románticos, de los tres personajes principales.
Finalmente, en un salto geográfico y temporal, los primos acaban en el Madrid de la invasión napoleónica, en el que desaparecen dos de ellos.
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