Es una constante en la Historia el que los revolucionarios de salón piensen que pueden servirse de la chusma para alcanzar el poder y que, una vez instalados en el mismo, serán capaces de controlarla.
Esto, naturalmente, no es así. Básicamente,
porque la chusma, la masa, la plebe en su sentido más etimológico, es en
esencia incontrolable, y no conoce -ni mucho menos reconoce- lealtades ni
servidumbres.
Tanto da que desde el desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, en general, y desde el
departamento ministerial a cuyo frente está Petisú, en particular, se
muestren contemporizadores, condescendientes y hasta cómplices con quienes ocupan
viviendas que no les pertenecen. Porque resulta que hasta sesenta y siete inmuebles estatales han sido asaltados por esa gentuza.
Lo malo es que lo público no es del gobierno: es de todos. Es a todos a quienes nos están ocupando.
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