Hace casi cuarenta años, en la época dorada del gonzalato, cuando los casos de corrupción que han acompañado al partido de la mano y el capullo casi desde su fundación volvían a cercar al partido en el poder, el antiguo abogado laboralista dijo sobre el tema que no había pruebas ni las habrá.
Un inciso. Cuando empecé a
escribir la entrada, pensaba que la afirmación de González se refería a la
derivada española del llamado caso Flick; pero, al ir a comprobarlo, me
he encontrado con que la frase se pronunció una década más tarde, en sede
parlamentaria y acerca de la implicación del gobierno socialista en el caso
GAL. Sin embargo, la introducción me había quedado (en mi nada modesta
opinión) tan redonda que decidí mantenerla. Vuelvo al tema.
Desde que el psicópata de la
Moncloa volvió a la secretaría general del partido, y más aún desde que preside
el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, los -vamos
a llamarles así- indicios de presunta corrupción en su entorno -familiar o
político (iba a poner profesional, pero a este hombre se le podría
considerar sin profesión conocida fuera de la política) no han hecho
sino aumentar y aumentar.
Y quizá él sea inocente (no lo
creo), y no supiera nada (lo creo menos aún), pero vaya ojo tuvo al rodearse de
gente que ya diez años antes de su ascenso al poder estuvo metida en cosas como
un presunto blanqueo de capitales o desvío de fondos públicos.
Cuando la negligencia in vigilando la tenían otros, no eran tan comprensivos.
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