Más allá de contenido de servicio público -sea eso lo que sea-, los medios de comunicación públicos no deberían existir en un estado democrático y liberal. Básicamente, porque si entran en el juego comercial, cuentan en principio con unos recursos muy superiores a los medios privados -el dinero público, al menos en Cabra, no es de nadie-, además de que casi inevitablemente barrerán a favor del poder político de turno.
A pesar de todo lo dicho anteriormente,
nada asegura que todo el dinero invertido en esos medios vaya a resultar
rentable. Quizá antes -antiguamente, que dicen algunos-, cuando el
número de fuentes de información era mucho menor, resultaba fácil engañar a
muchos durante mucho tiempo; hoy, en cambio, prácticamente sólo se puede engañar
a quienes quieren ser engañados.
Y mientras, el dinero se va por el retrete, y la deuda pasa de trescientos a setecientos millones de euros en sólo un lustro.
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