En el tercer volumen de la saga, Martin sigue acumulando personajes, y sorprendiendo con algunos giros inesperados de la trama (uno de ellos, en el epílogo). Eso sí, los personajes principales, los digamos presuntamente intocables, empiezan a caer como chinches.
Una cosa que no me gusta es que el matiz mágico o místico que se apuntaba en el segundo volumen va cobrando más fuerza. Lo que al principio parecía un folletón medievaloide, casi más cerca de las Crónicas de la Dragonlance (aunque con unos personajes más ricos) que de El señor de los anillos, parece irse dirigiendo (al menos de momento) hacia una confrontación casi tolkieniana entre el Bien y el Mal. Ya veremos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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