El pronóstico del resultado de las elecciones autonómicas en Galicia no planteaba problemas en cuanto a lo esencial: que el Partido Popular ganaría estaba claro. Tendría que producirse un cataclismo para que la derecha dejara de ser la fuerza más votada en la esquina noroccidental de España. Sí que cabían diversas posibilidades en cuanto a los matices: si ganaría por mayoría absoluta (la única que de verdad le valdría para gobernar, puesto que en España rige –en general- la regla de todos contra el PP) o relativa y, en ambos casos, cuán lejos quedarían, por encima o por debajo, de la mitad de los escaños. Por otra parte, tampoco era seguro de qué calibre sería el bofetón que se iba a pegar el PSOE (pero hombres de Dios… ¿a quién se le ocurre presentar a un candidato llamado Pachi… en Galicia? Si se hubiera llamado Franxisco, o como quiera que se diga en gallego…), ni cuál sería el resultado que obtendría Beirás en su regreso a la política activa.
Una vez celebradas las elecciones, todos estos matices han quedado perfilados: el PP obtuvo mayoría absoluta (de hecho, más absoluta que la anterior, aun obteniendo menos votos), y lógicamente, como dije en el primer hilo de esta serie, lo ha interpretado en clave nacional; el PSOE se ha pegado una bofetada de antología, y sólo la escisión de los nacionalistas en dos grupos (bueno, en dos grupos con representación en la asamblea legistaliva; creo que eran hasta cuatro) ha permitido que siga siendo la segunda fuerza política en la comunidad; y Beirás ha regresado con tanta fuerza, unido a los comunistas, que ha relegado al bloque a la cuarta posición. Probablemente esta sea, en mi opinión, la circunstancia a la que Feijoo debe sus excelentes resultados electorales. En un sistema electoral como el español, la aritmética favorece a los partidos que concentran mayor número de votos. O, dicho de otra manera: dividirse es morir, como comprobó la derecha española durante los años ochenta.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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