Una cosa es guardar las formas en la
política internacional y otra es pecar de cándidos. Quiero con esto decir que
no hay por qué decir a las claras lo que se piensa de nuestro vecino del Sur
(esto es, que no tendrá nunca empacho en hacer algo que nos perjudique si con
ello estima que conseguirá algún beneficio… lo que también puede predicarse de
nuestro vecino del Norte), pero habría que dejar muy claro que no pensamos
pasarle ni una… o, al menos, actuar como si fuera eso lo que en realidad
pensamos, porque Marruecos es un país que en cuanto percibe el menor signo de
debilidad en España se lanza a la yugular para obtener provecho: véanse si no
la Marcha Verde y la toma de Perejil (aunque ésta les salió rana).
Dicho lo cual, el que el Ministerio
del Interior español haya propuesto a Marruecos la devolución inmediata de los
inmigrantes irregulares raya en la estulticia. Porque si la monarquía alhauita
aceptara, cosa dudosa, es poco probable que cumpliera el acuerdo en sus justos
términos. Nada le sería más fácil que enviar a los inmigrantes irregulares de
vuelta a sus países cuando todavía están en Marruecos o, todavía mejor,
impedirles la entrada en el país (hablando fríamente, al no ser una democracia
y dada la simpatía que los moros sienten por los negros, es poco probable que
tuvieran escrúpulos de ninguna clase en emplear medios que en la civilizada
Europa serían criticados).
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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