Hace cosa de cuarenta años, José María
Benegas (entre otros) se manifestaba gritando aquello de gora Euskadi askatuta. Luego, el PSOE, a nivel nacional o
autonómico, nunca ha dejado de coquetear de una u otra manera con los
nacionalistas vascos de uno y otro pelaje, ya fuera dejándoles gobernar la
comunidad autónoma cuando los socialistas habían sacado más escaños, ya
absorbiendo a quizá la parte más decente del nacionalismo vasco, ya fuera
negociando con los terroristas.
Una cosa que nunca han aprendido (ni
en Cataluña tampoco, como tampoco lo ha hecho el PP en ambas comunidades) es
que con los nacionalistas no hay nada que negociar, porque siguen la máxima
(tan izquierdista, por otra parte) de lo
mío es mío y lo tuyo vamos a discutirlo o, por decirlo de otra manera,
porque nunca tienen bastante, nunca se dan por satisfechos y siempre quieren
más.
El mes pasado tuvimos todo un sainete
a este propósito en Navarra. Apoyándose en unas acusaciones no del todo claras
ni probadas por parte de una funcionaria foral contra una consejera, el PSN
amenazó con interponer una moción de censura contra la presidenta de Navarra, dándole un plazo de dos semanas para marcharse o, de lo contrario, la echarían. Dejando
aparte el hecho de que en la política española es raro el caso –en el PSOE, aún
más- de que un político dimita (y no digamos ya porque la corrupción le
anegue), en esto como en tantas otras cosas los socialistas están mucho más
monos calladitos, porque si en todas partes cuecen habas, en Ferraz lo hacen a
calderadas. Pero es que, además, para que la moción prosperase era ineludible
el apoyarse en el partido de ETA en la asamblea legistlativa navarra, así como
montar la moción de censura o la disolución de la cámara a la mayor brevedad
posible dado que, por alguna extraña razón, el Estatuto de autonomía de Navarra
no permite disolver las cámaras cuando quede menos de un cierto plazo para las
siguientes elecciones.
Se produjo entonces un ir y venir de
declaraciones contradictorias, ya que mientras en Pamplona hablaban de un tiempo nuevo y distinto, en Madrid
afirmaban por activa, pasiva y hasta perifrástica que el PSOE no iba a ir con
Bildu ni a la vuelta de la esquina. No es que nos lo creyésemos, claro está,
porque ahí están los antecedentes de negociar lo que fuera con quien fuera
incluso con cadáveres calientes encima de la mesa, pero resultaba en cierto
modo divertido ver que al hijo de P nadie le hace ni el más mínimo caso en su
partido.
Finalmente, y dado que próximas las
elecciones europeas el seguir adelante habría supuesto dar a los populares una
buena baza cara a la campaña, el PSOE renunció a la moción de censura, no sin
tener la desfachatez de afirmar que si Barcina se sostiene en el cargo es
gracias a los escaños de Bildu.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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