Si algo cabe reconocerle a Arturito Menos es que siembra la
discordia allí por donde va. No tanto entre sus adversarios políticos, entre
los que un PSOE acomplejado a la par que condicionado por el esperpento que
supone la actuación de su rama catalana un día dice una cosa y otro dice la
contraria (aunque bueno, en los últimos tiempos eso viene siendo la regla, y no
la excepción), como también y en ocasiones entre sus propios (teóricos)
conmilitones (y no me refiero sólo a las melifluas proclamas que a días
alternos hace Durán y Lérida).
Vamos por partes. Hace un mes
coincidieron dos actuaciones decididas (al fin) contra el proceso sedicioso del
consejo de gobierno de la comunidad autónoma catalana. Primero, se presentó una querella contra su presidente por sedición; aunque uno no sabe a qué habían
estado esperando, dado que todo lo realizado hasta la fecha por los necionanistas encaja como un guante en
dicho tipo penal.
Ese mismo día Rosa Díez irritó a los diputados nacionalistas con la moción que presentó en la cámara baja contra los
planes de Mas. Aunque demagoga por naturaleza, Rosita a veces acierta de pleno,
y esta vez lo hizo: tanto por la citada reacción necionanista como por el hecho de que PP y PSOE no tuvieran más
remedio que apoyar esa moción. Lo de los socialistas fue de traca, porque justo
después de votar a favor el hijo de P salió diciendo el equivalente a una y no más, santo Tomás, en el sentido
de que no es necesario estar diciendo lo mismo cada quince días. Punto en el
que no estoy de acuerdo: no cada quince días, sino cada quince minutos si es
preciso, que los nacionalistas son muy duros de mollera y las cosas hay que
repetírselas clara pero firmemente para que se enteren.
Y como no hay dos sin tres, en un acto
celebrado con los empresarios catalanes se organizó una pelea a gritos cuando
el abogado Emilio Cuatrecasas se definió como catalán y español… lo que provocó los rebuznos de aquellos que han
elegido al noble jumento como emblema.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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