Básicamente, la razón por la que no
soporto a José Guardiola es por su profunda hipocresía. Discrepo de él en
política (él se dice nacionalista catalán, yo me opongo a las falacias de ese
movimiento), en querencias futbolísitcas (detesto al Barcelona por sobre todas
las cosas en materia deportiva) y estoy seguro que en prácticamente todo lo
demás. Pero podría respetarlo si el hombre fuera coherente.
Lo que pasa es que no lo es. Si tan
catalán se ha sentido siempre, debería haber hecho como aquel Oleguer y
proclamarlo a los cuatro vientos, o haberse negado a ser convocado con la
selección española (pero claro, el prestigio es el prestigio y la pela es la
pela, y a ver quién se iba a fijar en él si no). Y si pensaba de verdad que en
la sala de prensa Mourinho era el puto
amo, debería haber empleado semejantes modos desde el principio, en lugar
de ir de melifluo meacolonia y cagarrosas por la vida.
Luis Enrique, actual entrenador del
Barcelona, parece ser todo lo contrario. Como todos los que emigraron de
Chamartín a ese país pequeñito en una
esquina de España, alberga un odio furibundo a todo lo que suene a merengue
(extrañamente, al contrario no ocurre: ni Laudrup, ni Figo ni Schuster, por
poner tres ejemplos, han dicho las pestes que el asturiano o Eto’o han
vomitado). Pero no lo disimula, y así dice a las claras que le gustaría que el Real Madrid perdiera todos los partidos. Exactamente lo mismo que yo siento por
el Barcelona, mira tú por dónde.
Pero yo no voy de santo por la vida...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!