Muchas veces, los gobernantes, sobre
todo en países democráticos, actúan teniendo en cuenta la opinión pública, el qué dirán. Actualmente, esto esta
llevado al extremo con la llamada corrección política, que en algunos casos
equivale directamente al suicidio.
Así, por ejemplo, se invoca el respeto
a otras culturas para permitir que los musulmanes impongan sus costumbres en
occidente, desde el papel secundario al que relegan a las mujeres hasta el
permiso para ejercer el proselitismo. Y esto es así aun cuando el Islam es, por
principio, una religión bastante intolerante: en muchos casos, en los países
musulmanes no está permitido edificar templos no islámicos, portar simbología
religiosa no islámica ni, mucho menos, predicar una fe no islámica. Es decir,
si ellos vienen, respetamos sus costumbres; y si nosotros vamos… respetamos sus
costumbres.
Recientemente ha saltado una noticia
escalofriante: durante dieciséis años, las autoridades británicas permitieron
abusos a mil cuatrocientas niñas. Y lo hicieron por no parecer racistas. Pues
han quedado como el culo…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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