Esos revolucionarios de salón, esos
miserables que son como globos hinchados porque dentro sólo tienen aire y nada
de inteligencia, podrían ser también considerados como sacos de mierda,
esperando la más mínima ocasión para vomitar el excremento del que están
formados.
Este mes de Septiembre han tenido una
doble ocasión para demostrar la bazofia que los compone. Primero murió Emilio
Botín, presidente del Banco de Santander; luego, Isidoro Álvarez, presidente de
El Corte Inglés. Ambos trabajadores incansables que, desde luego, han ganado
dinero, mucho dinero, para ellos y para las entidades que presidían. Pero también
han hecho ganar dinero a los miles y miles de empleados de sus sociedades, a
las que han mantenido a flote, y más que a flote, en las buenas épocas, pero
también en las malas.
Y tanto en el caso del banquero como
en el del empresario, los detritos humanos a los que me refiero han aprovechado
la ocasión para excretar sus inmundicias. De Guillermo Toledo a Ada Colau, de
Beatriz Talegón a Alberto Garzón, su indigencia moral produce tanto asco como
lástima.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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