Una muestra de cómo entienden los
sindicatos españoles los derechos de los demás la hemos tenido recientemente,
cuando se planteó la posibilidad de que Juan Ramón Rayo, cuyos postulados en
economía no pueden estar más alejados de los que sostienen individuos tan poco
cualificados como Méndez y Tojo.
¿Y cuál fue su reacción? Negarse a que
Rayo interviniera en dicho programa. En concreto, los de UGT exigieron (no
pidieron, no solicitaron, no: exigieron, como hacen los matones) que se impidiera a Rayo la presencia física en RTVE. Hasta ahora, pensábamos que RTVE
era de todos los españoles. Gracias a Rayo, nos hemos percatado de que, en
realidad, UGT lo considera como un cortijo de su exclusiva y excluyente
propiedad particular.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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