Finalmente, Ana Botella tiró la toalla
hace un par de semanas y anunció que no entraría en la carrera para ser cabeza
de lista del PP al ayuntamiento de Madrid.
A Ana Botella se le ha negado por
parte del progretariado el pan y la
sal desde que entró en política por ser la mujer de quien es. No se ha entrado
a valorar su currículum, su experiencia profesional al margen de la política o
su capacidad. No, el ser la esposa de José María Aznar la descalificaba
automáticamente.
No se actuó así cuando Carmen Romero,
siendo todavía su marido presidente del Gobierno, se presentó como candidata a
diputada por Cádiz. Ni una sola voz se alzó desde las filas de la izmierda criticando semejante decisión,
totalmente legítima por otra parte.
También se ha criticado que Ana
Botella no es buena oradora, o que su dominio del inglés es tirando a
deficiente. En lo último coincide con la plena totalidad de la clase política
española, así que no debe ser algo tan grave. Mientras que en relación con lo
primero, más delito tiene hacer portavoz del Gobierno al alguien que era incapaz de expresarse con un mínimo de claridad y fluidez.
Finalmente, se le ha criticado que
llegó a la alcaldía sin haber sido cabeza de lista de su partido; que la
eligieron poco menos que a dedo. Pero nuevamente la izquierda no ha dicho nada
cuando, tras la huida de Griñán del Palacio de San Telmo, fue designada digitalmente por el huido alguien a
quien no se le conoce oficio ni beneficio fuera de la política.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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