He dicho ya bastantes veces –o he
venido a decir, lo que es casi lo mismo- que no es que piense que la derecha
sea mejor que la izquierda. Sí en el sentido de la gestión o en el de creación
de riqueza, pero no necesariamente en el ético o moral (y no hay más que ver el
caso de Bankia, donde alguien hasta ahora tan respetado y que teóricamente
nunca ha sido un muerto de hambre, como Rodrigo Rato, ha caído en una cosa tan
cutre, tan miserable, como el caso de las tarjetas
opacas).
Lo que pasa es que la izquierda
siempre ha ido presumiendo de legitimidad moral (autoconcedida), de ética, de
decencia. De cien años de honradez,
de nosotros podremos meter la pata, pero
nunca meteremos la mano. De tantas y tantas cosas que, llegado el momento,
demuestran no ser más que humo.
Ha ocurrido en el caso de los ERE de
Andalucía, donde se han pringado los partidos y los sindicatos. Ha ocurrido en CajaMadrid, donde a la hora de trincar
los sindicalistas, al modo del Lazarillo, callaban cuando la derechona robaba dos a dos, porque ellos
lo hacían tres a tres.
Y ha ocurrido también en la minería
del carbón, donde el que, puño en alto, cantaba con más entusiasmo La Internacional (con permiso de la
enfervorizada Masturbito), resulta
que tras una amnistía fiscal llevo el dinero al banco. Pero no unos pocos
billetes, no… fajos y fajos. Ante semejante escándalo (que, por lo visto, era
un secreto a voces, o casi), sus correligionarios se han rasgado las vestiduras
y ahora piden su expulsión del partido.
A buenas horas, mangas… rojas.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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