Los políticos de izquierdas, sobre
todo en España, siempre han alardeado de una superioridad moral sobre la
derecha que nadie, salvo ellos, les ha otorgado, y que no se merecen. No sólo
son tan malos como sus adversarios políticos, sino que, en muchas ocasiones,
resultan infinitamente peores. Cuando llegan al poder arramblan con todo,
porque tienen el concepto, como señaló aquella egabrense que fue ministra de
cultura, de que lo que es público no es de nadie, cuando la realidad es justo
la contraria: lo que es público es de todos.
El caso más reciente es, si cabe, más
sangrante. No por las cantidades afectadas, muy superadas por casi cualquier
caso en el que se han visto involucrados los políticos de cualquier signo, sino
por la ausencia de reparos éticos en el miserable: un ex concejal de Izquierda Unida
que durante cinco años fingió tener cáncer para cobrar la pensión.
Sin duda, ese es de los que se
manifiestan en las mareas blancas. No
sé cómo no se le cae la cara de vergüenza. Bueno, sí que lo sé: porque no la
tiene.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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