En ocasiones, no es necesario que los
políticos se afanen en enmierdar la justicia. En ocasiones, es la propia
justicia la que se enmierda sola. Ocurrió con el caso del anterior fiscal jefe
de Cataluña, más proclive a las tesis secesionistas que a la defensa del
principio de legalidad, piedra angular de su carrera.
Y ha vuelto a ocurrir tras la
pantomima secesionista: cuando el Fiscal General del Estado ordenó la
presentación de una querella contra el presidente del consejo de gobierno de la
comunidad autónoma de Cataluña (obsérvese el cuidado que pongo en emplear
términos neutros, aplicables a la totalidad de las comunidades autónomas), y contra otros dos sujetos, la Fiscalía de Cataluña replicó que no presentaría dicha querella.
Ante esto, los secesionistas
aplaudieron con las orejas, y manifestaron que confiaban en que el Tribunal Superior de Justicia tumbara la querella de Torres Dulce… que mientras, en esa
línea maricomplejines de negar la
realidad aunque la tengan delante de las narices, dijo que creía que era una exageración hablar de fiscales amotinados.
Aunque quizá tuviera razón, porque
poco después, al tiempo que una fiscal (no sé si la fiscal jefe) catalana se
negaba a contestar en catalán no sé qué preguntas, los fiscales de Barcelona pidieron reabrir todas las denuncias archivadas por el nueve de Noviembre.
Lo mismo Arturito Menos tiene suerte y se convierte en ese mártir que anda
buscando ser, cuando le pongan entre rejas… que es donde debería estar desde
hace mucho, mucho tiempo.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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